Justicia - Local
Sobreviviente de ataque sexual rompió con el sufrimiento y denunció a su agresor

A raíz de todas las denuncias que se han
presentado en los últimos días en el departamento de Santander, las voces de más mujeres se han
alzado y poco a poco cada una de ellas da a conocer los abusos que sufrieron mientras desempeñaban
lo que más les gustaba hacer.
Este nuevo caso ocurrió en un
establecimiento educativo de Barrancabermeja y dicha denuncia se dio a través de redes sociales por
Ana Gabriela Olivera Mesa, de 18 años, quien contó que los hechos sucedieron en el año 2019 cuando
tenía 16 años y practicaba baloncesto haciendo parte de la selección del colegio Camilo Torres
Restrepo.
Con la voz entrecortada señaló que, fue víctima de acoso sexual
por parte de Ernesto García Gómez, su entrenador, “Yo jugaba baloncesto en un grupo formado por
niñas, donde él empezó a acosarme, a insinuarme cosas, a amenazarme, que no servía para nada, me
hacía sentir horrible”. Así mismo, cuando Ana decidió contarles a sus amigas los acosos que recibió,
una de ellas comentó que también había sido parte de esos abusos.
Gabriela,
relató cómo por varios meses el hombre la acosaba a ella y a sus amigas, llegando al punto de
decirles “cuando ustedes están durmiendo, yo las miro. Ese día no pude dormir”; también que la
obligaba a sentarse a su lado durante las comidas y que le decía que lo acompañara a comprar cosas
para quedar a solas con ella, hecho por el cual Olivera decidió retirarse del
equipo.
Agregó que, mientras realizaba las prácticas deportivas se
sentía intranquila por el acoso al que era sometida por este profesor. Precisó que, cuando
ocurrieron los hechos sus amigas del equipo conocían lo que Ernesto le estaba haciendo y siempre la
protegían de caer en manos del entrenador, se la pasaban a su lado para que él no la viera
vulnerable.
La adolescente argumentó que el profesor siempre
aprovechaba los viajes a intercolegiados para acosarla, quitarle las llaves del cuarto e insinuarle
que salieran a dar una vuelta y al no acceder a su deseo, la castigaba sin dejarla jugar o
prohibiéndole llevar su celular a los viajes para no poderse comunicar, “me colocaba con otras
muchachas para que yo no hablara y contara los hechos”.
Finalmente,
con lágrimas en sus ojos Ana Gabriela narró que no aguantó más y contó su historia para que no se
repita la misma historia con otras niñas “así me duela en el alma, porque ni siquiera estoy
tranquila… el día que hice la denuncia pública si mi mamá no llega, yo me hubiese matado, porque
como yo me siento no se lo deseo a nadie, si a alguna niña le está pasando esto, hablen, confíen en
sus papas, no se queden calladas”.
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